sábado, 24 de enero de 2015

Virtudes que devendrán capacidades de conocimiento, si se convierten en ejercicio mensual


Se conoce una ejercitación en la Sociedad Antroposófica en el cual mes a mes podemos practicar una virtud. Esta confeccionado de tal manera que los ejercicios a realizar coincidirían en parte con el Zodíaco, sin embargo esto no es de importancia,  el Zodíaco como actualmente se utiliza (las casas tienen igual espacio) o sea de 21 de un cierto mes al 21 del mes siguiente.

Originariamente escrito en inglés y por ello se piensa que fue escrito por Helena Petrowna Blawatsky.  Y Rudolf Steiner completó este listado de ejecicios con las virtudes a practicar,  dándole un complemento, si se realiza tal o cual ejercicio, este deviene en una virtud mayor, en una capacidad.

Y esto es lo interesante la intensificación, la transformación a través del ejercitar. En Steiner Obras completas GA 267 pág 77 y 529.

Abril                              DevociònFuerza                    de sacrificio
                                      (devotion)
Mayo                             Equilibrio interior                 Progreso
                                      (equilibrium)
Junio                             Perseverancia                         Fidelidad
                                      (perseverance)
Julio                              Altruísmo                               Catarsis
                                      (unselfishness)
Agosto                           Compasión                             Libertad
                                      (compassion)
Septiembre                     Cortesía                                 Tacto cordial
                                      (courtesy)
Octubre                          Contento                                 Sosiego
                                      (contentment)
Noviembre                     Paciencia                                Comprensión
                                      (patience)
Diciembre                      Control del habla,                   Sentimiento para
                                       del pensamiento                      la verdad
                                       "cuida tu lengua"
                                       (control of speech)
Enero                              Coraje                                     Fuerza de                                                             (courage)                                 redención
Febrero                          Discreción                                Fuerza meditativa
                                      (discretion)
Marzo                            Magnanimidad                         Amor
                                      (magnanimity)

viernes, 23 de enero de 2015

José Saramago 1922 - 2010

Se conoce una ejercitación en la sociedad antroposófica en el cual mes a mes podemos ejercitar una virtud. Esta confeccionado de tal manera que los ejercicios a practicar coincidirían con el Zodíaco, como actualmente lo utilizamos (las casas tienen igual espacio) o sea de 21 de un cierto mes al 21 del mes siguiente. Originariamente escrito en inglés y por ello se piensa que fue escrito por Helena Petrowna Blawatsky.
De todas maneras Steiner completó este listado de ejecicios con las virtudes a practicar,  dándole un complemento, si se realiza tal o cual ejercicio, este deviene en una virtud mayor, en una capacidad. Y esto es lo interesante la intensificación, la transformación a través del ejercitar. En Steiner Obras completas GA 267 pág 77 y 529.
Teniendo estas indicaciones en mente llegó a mis manos una poesía de José Saramago *1922 +2010
que resuena vigorosa para la contemplación de los citados ejercicios.

Los vicios
vienen como pasajeros,
nos visitan como huéspedes
y se quedan como amos.

Y el espíritu no va a ningún lado
sin las piernas del cuerpo.

Y el cuerpo no sería capaz de moverse
si le faltaran las alas del espíritu.

                           José Saramago

Necesitamos de esas alas para elevarnos de lo puramente material y practicar la contemplación, la meditación.



Tatiana Schneider en La Loma, 23 de Enero 2015

miércoles, 7 de enero de 2015

El entusiasmo llama ardiente

No dejes apagar el entusiasmo
virtud tan valiosa
como necesaria.
Trabaja aspira
tiende siempre hacia la altura
             
            Rubén Darío
          *1867 - +1916

martes, 6 de enero de 2015

Historias reales, del boxer concentido a perros pastores de varias razas y hasta Capitano el mestizo pura calle

En mis 73 años y con  un jardin en casa acrode a medio bosque, o parque citadino  de más de 120 metros cuadrados, medio micro clima por sus árboles alrededor y viviendo en una zona despoblada,  aunque hoy después de 49 años vale por superpoblada, nuestra seguridad antaño se centraba en los los perros. un su habitat, nuestro espacio libre y sin correas o chips, Attenti el que quisiese entrar en casa , solo podía tocar la campana en la tranquera y alejarse de ella. Solía saltar una cabezota que a la altura de los ojos del atrevido que había hecho sonar el badajo influndía sumo respeto, con el salto era Don boxer Prinz de altura del visitante, intruso o no,


Era un boxer, el primero que compramos en una vecina, la señora von Vredow eximia jinete y criadora de esos perros especialess porque aman  a los niños. y no quieren a otros perros, aunque  conviven y pueden por horas vigilarles, estar cerca y atender los movimiemtos del niño,  no hacer un daño en absoluto y son de avirsar que algo anormal sucede.         Estoy segura que leen sus intencioens mutuamente. Niño y animal...


Nuestro "Prinz" vivía sin niños, ni perros,  hasta que otra vecina luego de una camada decide regalarnos su boxer Carina siempre y cuando le demos un boxer macho y así hicimos. Allá  Carina no paraba en casa, sabía huir pero con su enamorado Prinz asentó cabeza  y sólo se dedicó a sus cachorros. Además no habia agujero por el alambrado ni en el cerco verde por donde salir a callejear,,,





Nuestros amigos se beneficiaron. René Omar Alberto recibió uno que eligió y de entrada lo llamó Wolf. Vivía en un hermoso departamento y salía todos los días a pasear por Martínez La dueña de Carina quedó encantada con un machito que se convisrtió en  muy hogareño.
Nada calleja como fuera alguna vez hace tiempo su mamá.


Cristina Klar. una farmacéutica amiga se empeñó en un Terry, que luego tuvimos en pensión y se ahogó en la piscina por desconocerla, de pequeño estaba habituado, de adulto no le fue posible salir de ella,  nadie estaba en casa,  en esa época ambos trabajamos, yo en el Jardín. Waldorf de Florida y Wolfram en Fanacoa, Volviamos a mediodía y lloré sin consuelo, Quisismos darle el hermano de Terry, Sha, que era nuestra mascota pero la familia entera, Carina Klar, su esposo Van Dam,  sus dos niños varones no lo aceptaron,,. Duelo general.


Luego tuvimos más boxers, todos con títulos nobiliarios, Canopus por ser argonauta y timonel del Argos Celeste.
Sha por ser también noble aunque su reino en Persia ya no existía. Rambo obtuvo su nombre  porque no soportaba perro cerca.
Tuvimos en donación (por falta de amor a los perros de otros vecinos) a "nuestro" Alí, Alí solía saltar los cercos y volver de mañana, una vez hasta casi perdió su machismo pues un dogo argentino lo venía persiguiendo y Alí quedó colgado en el cerco y casi pierde sus genitales. Pero fuerte como era, él sólo se curó y nada aprendió, igual se escapaba. Convivió un tiempo con Shu, bien como su nombre oriental indica, educada, sonriente y super amable. Fue una hembra de color claro que le dió una linda camada y luego Don Emilio, el jardinero, la pidió para sus nietos porque era tan suave y amorosa.
Cristina Schneider nos dió el Rex, ella se mudaba a cuidar y atender a sus padres y no podía tener además un  Schäfferhund,  un perro pastor alemán. Con el vivieron  Belo y  Lío que aún eran pequeños.
En fin, Rex les enseñó a ser perros educados y obedientes. Belo perro pastor y Lío, así lo llamamos pues de raza nada reconocible...aunque de manto negro.
Entre ellos salvamos uno de la calle que sólo era perro perro...pequeño pero se hacía respetar, le llamamos Capitán. Chico y bravo la emprendía contra cualquiera. Nos dió muchas alegrías, su manera de dar gracias por tener familia, casa y comida.


Y luego ya saben Maximilian nos hizo un pedido de pensión para Ossi y para Chachi, un Border Collie  y un Goldenretreiver semi bretón. Cuatro Pastores de razas diferentes, nos faltaban las ovejas, así es que cada uno consideraba a uno de nosotros como su oveja, a sol y a sombra.
De todos modos quisimos a todos y los vamos recordando de a poco,  aún nos queda Roi en casa de 14 años. Un buen Roi  de France mezcla de  cordón con vereda aunque manto negro, de cara más alargada como los Dobermann, especialmente por su fuerte mandíbula y sus dientes sumamente fuertes, a veces dado a la camorra. Aunque algo de Collie tiene, de vez en cuando cuando esta tranquilo y descanza, cruza sus patas delanteras y yo digo: ya está rezando.



De aquí el de la derecha es Roi  sentado a la sombra junto a Pampa en uno se sus lugares preferidos.


y hace poco Pampa también de esa edad en este verano tan caluroso, se fue el reino de los perros donde libres de los humanos hacen su vida en espíritu corriendo por las estepas celestes, aquí posando para Analía, y sus bigotes blancos indican su señorial edad.

Pero me queda contar la vida buenaza de Bono, que conocí de pequeño. Su dueño y su dueña fueron dos hermanos Verónica y Matías. Y mientras eran estudiantes de pastelería y de motociclismo vivian juntos. Pasó el tiempo, viajaron, se casaron y "nuestro" Bono se quedó con la abuela de ambos. Y aquí enfrente de mi casa. Si ahora su dueña salía de casa por unos días a visitar a los pinamarenses, donde ahora residían las nuevas familias. Bono quedaba a mi cargo. Lo dejaba callejear un poco, no se iba lejos aunque a veces me hacía dar alguna corrida para tenerlo a la cercanía de voz, pues era muy obedientes, si las órdenes eran seguras y nada dudosas. Aunque sabía volver solo. Yo no quería arriesgar...
Bono partió al cielo de los perros y a los pocos días su vecino,  Pampa, el perro pastor alemán nuestro fue a hacerle compañía. Para mi Bono era Bonito, Bonete, Buenazo, Bonobono, casi como el Bon o Bon...

Bono y su Luchi (biznieta) quien justo quería la pelota  que "Bonito, el Golden, tenía confiscada en su boca..

Quién no ha tenido nunca un perro a quien cuidar no conoce el amor incondicional
Desde el martes tenemos un pensionista Gabo de seis años. Tiene aspecto de buen galgo con manchistas es su linda carita...Sus dueños, especialmente Tiziano que lo adora tiene 12 años de edad, Sus dueños se mudan en estos días a un departamento que aunque tiene un balcón no se permiten mascotas. Todos tenemos esperanza que después de un tiempo cuando se conozcan mejor con los dueños de la casa puedan venir a buscarlo y llevarlo a su nuevo hogar. El Facebook donde estan sus fotos está lleno de palabras cariñosas pero también tristes...Ojalá puedan volverlo a buscar.

Y ahora como buen galgo vió una rendija en la puerta y sin que nos diésemos cuenta se escapó, se fue con su collar azul y Esteban el guardia circulador con su auto lo vió cerca de la avenida, pero no pensó que era Gabo sino otro galgo que cazó la calle y la disfrutaba. Cuando supo que nos faltaba Gabo volvió a las cercanías pero nada que hacer. Un galgo baja la cabeza y corre, corre hasta cansarse, más si se encontraba en sitios más acotados, un departamento primero, ahora una casa con jardín. Una pena y una esperanza...


28 de Enero ¡Encontramos a Gabo!!! Eduardo un chofer quien muchas veces me lleva al centro de la ciudad, hablando mientras viajábamos le cuento la escapada de Gabo y le describo el perro, Inmediatamente me dice: Es cariñoso, está en la esquina de la remisería, pero me parece que no tiene ningún collar, duerme en la puerta de la panadería de la esquina y se deja acariciar es realmente manso y cuando volvemos lo buscamos, y así hicimos pero a primera vista no estaba y dice Cristóbal el telfonista ...pero recién lo he visto por aquí es tan manso que esta noche lo quería llevar a casa. Decidimos dar vuelta la manzana y allí lo ví.
Una señora que escuchaba música con auriculares le estaba acariciando la cabeza y el disfrutaba de las caricias. Cuando lo llamé por su nombre: Gabo!, se soltó de la señora y vino hacia mí. Mientras rápidamente relaté su odisea a la señora y a los demás, esa es una esquina donde se espera al omnibus, lo subí al auto y todos sonreían y yo lo encontré...gracias a Eduardo Callegari. A quien siempre le digo: Yo debiera escribir un libro: Mi remisero y yo.
Y esta sería una de las historias que contendría el libro: Cómo Eduardo encontró a Gabo, el galgo.


Tatiana Schneider
La Loma, 6, 11, 22 y 28 de Enero 2015


6 de Enero, en palabras de Rubén Darío






Yo soy Gaspar. Aqui traigo el incienso

Vengo a decir: La vida es pura y bella.

Existe Díos. El Amor es inmenso.
Todo lo se por la divina Estrella!


Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.

Existe Díos. El es la luz del día.

La blanca flor tiene sus pies en lodo
y en el placer hay la melancolia!


Soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro

que existe Díos. El es el grande y fuerte.

Todo esto lo se por el lucero puro
que brilla en la diadema de la muerte.


Gaspar, Melchor y Baltasar, Callaos.

Triunfa el amor a su fiesta os convida

Cristo resurge, hace la luz del caos
y tiene la corona de la vida!





Rubén Darío




1867 - 1916



sábado, 3 de enero de 2015

Una conferencia de Jorge Luis Borges: El Budismo

El Budismo

Una conferencia de Jorge Luis Borges

El tema de hoy será el budismo. No entraré en esa larga historia que empezó hace dos mil quinientos años en Benares, cuando un príncipe de Nepal - Siddharta o Gautama -, que había llegado a ser el Buddha, hizo girar la rueda de la ley, proclamó las cuatro nobles verdades y el óctuple sendero. Hablaré de lo esencial de esa religión, la más difundida del mundo. Los elementos del budismo se han conservado desde el siglo v antes de Cristo: es decir, desde la época de Heráclito, de Pitágoras, de Zenón, hasta nuestro tiempo, cuando el doctor Suzuki la expone en el Japón. Los elementos son los mismos. La religión ahora está incrustada de mitología, de astronomía, de extrañas creencias, de magia, pero ya que el tema es complejo, me limitaré a lo que tienen en común las diversas sectas. Éstas pueden corresponder al Hinayana o el pequeño vehículo. Consideremos ante todo la longevidad del budismo.
Esa longevidad puede explicarse por razones históricas, pero tales razones son fortuitas o, mejor dicho, son discutibles, falibles. Creo que hay dos causas fundamentales. La primera es la tolerancia del budismo. Esa extraña tolerancia no corresponde, como en el caso de otras religiones, a distintas épocas: el budismo siempre fue tolerante.
No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista.
La tolerancia del budismo no es una debilidad, sino que pertenece a su índole misma. El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. ¿Qué es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que tiene su origen en el latín yugu.
Un yugo, una disciplina que el hombre se impone. Luego, si comprendemos lo que el Buddha predicó en aquel primer sermón del Parque de las Gacelas de Benares hace dos mil quinientos años, habremos comprendido el budismo. Salvo que no se trata de comprender, se trata de sentido de un modo hondo, de sentido en cuerpo y alma; salvo, también, que el budismo no admite la realidad del cuerpo ni del alma. Trataré de exponerlo.
Además, hay otra razón. El budismo exige mucho de nuestra fe. Es natural, ya que toda religión es un acto de fe. Así como la patria es un acto de fe. ¿Qué es, me he preguntado muchas veces, ser argentino? Ser argentino es sentir que somos argentinos. ¿Qué es ser budista?
Ser budista, es, no comprender, porque eso puede cumplirse en pocos minutos, sentir las cuatro nobles verdades y el óctuple camino.
No entraremos en los vericuetos del óctuple camino, pues esa cifra obedece al hábito hindú de dividir y subdividir, pero si en las cuatro nobles verdades.
Hay, además, la leyenda del Buddha. Podemos descreer de esa leyenda. Tengo un amigo japonés, budista zen, con el cual he mantenido largas y amistosas discusiones. Yo le decía que creía en la verdad histórica del Buddha. Creía, y creo, que hace dos mil quinientos años hubo un príncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que llegó a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el Lúcido -a diferencia de nosotros que estamos dormidos o que estamos soñando ese largo sueño que es la vida -. Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme." Pues bien, Siddharta, a la edad de treinta años, llegó a despertarse y a ser el Buddha.
Con aquel amigo que era budista (yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista) yo discutía y le decía: "¿Por qué no creer en el príncipe Siddharta, que nació en Kapilovastu quinientos años antes de la era cristiana?" Él me respondía: "Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la Doctrina". Agregó, creo que con más ingenio que verdad, que creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella seria algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton. Uno de los temas de meditación que tienen los monjes en los monasterios de la China y el Japón, es dudar de la existencia del Buddha. Es una de las dudas que deben imponerse para llegar a la verdad.
Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendió a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su apóstol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existió o, mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo histórico: lo importante es creer en la Doctrina. Sin embargo, la leyenda del Buddha es tan hermosa que no podemos dejar de referirla.
Los franceses se han dedicado con especial atención al estudio dé la leyenda del Buddha. Su argumento es éste: la biografía del Buddha es lo que le ocurrió a un solo hombre en un breve periodo de tiempo. Puede haber sido de este modo o de tal otro. En cambio, la leyenda del Buddha ha iluminado y sigue iluminando a millones de hombres. La leyenda es la que ha inspirado tantas hermosas pinturas esculturas y poemas. El budismo, además de ser una religión, es una mitología, una cosmología, un sistema metafísico, o, mejor dicho, una serie de sistemas metafísicos, que no se entienden y que discuten entre sí.
La leyenda del Buddha es iluminativa y su creencia no se impone.
En el Japón se insiste en la no historicidad del Buddha. Pero sí en la Doctrina. La leyenda empieza en el cielo. En el cielo hay alguien que durante siglos y siglos, podemos decir literalmente, durante un número infinito de siglos, ha ido perfeccionándose hasta comprender que en la próxima encarnación será el Buddha.
Elige el continente en que ha de nacer. Según la cosmogonía budista el mundo está dividido en cuatro continentes triangulares yen el centro hay una montaña de oro: el monte Meru. Nacerá en el que corresponde a la India. Elige el siglo en que nacerá; elige la casta, elige la madre. Ahora, la parte terrenal de la leyenda. Hay una reina, Maya. Maya significa ilusión. La reina tiene un sueño que corre el albur de parecernos extravagante pero no lo es para los hindúes.
Casada con el rey Suddhodana, soñó que un elefante blanco de seis colmillos, que erraba en las montañas del oro, entró en su costado izquierdo sin causarle dolor. Se despierta; el rey convoca a sus astrólogos y éstos le explican que la reina dará a luz un hijo que podrá ser el emperador del mundo o que podrá ser el Buddha: el Despierto, el Lúcido, el ser destinado a salvar a todos los hombres. Previsiblemente, el rey elige el primer destino: quiere que su hijo sea el emperador del mundo.
Volvamos al detalle del elefante blanco de seis colmillos. Oldemberg hace notar que el elefante de la India es animal doméstico y cotidiano. El color blanco es siempre símbolo de inocencia. ¿Por qué seis colmillos? Tenemos que recordar (habrá que recurrir a la historia alguna vez) que el número seis, que para nosotros es arbitrario y de algún modo incómodo (ya que preferimos el tres o el siete), no lo es en la India, donde se cree que hay seis dimensiones en el espacio: arriba, abajo, atrás, adelante, derecha, izquierda. Un elefante blanco de seis colmillos no es extravagante para los hindúes.
El rey convoca a los magos y la reina da a luz sin dolor. Una higuera inclina sus ramas para ayudarla. El hijo nace de pie y al nacer da cuatro pasos: al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, y dice con voz de león: "Soy el incomparable; éste será mi último nacimiento". Los hindúes creen en un número infinito de nacimientos anteriores. El príncipe crece, es el mejor arquero, es el mejor jinete, el mejor nadador, el mejor atleta, el mejor calígrafo, confuta a todos los doctores (aquí podemos pensar en Cristo y los doctores). A los dieciséis años se casa.
El padre sabe - los astrólogos se lo han dicho - que su hijo corre el peligro de ser el Buddha, el hombre que salva a todos los demás si conoce cuatro hechos que son: la vejez, la enfermedad, la muerte y el ascetismo. Recluye a su hijo en un palacio, le suministra un harén, no diré la cifra de mujeres porque corresponde a una exageración hindú evidente. Pero, por qué no decirlo: eran ochenta y cuatro mil.
El príncipe vive una vida feliz; ignora que hay sufrimiento en el mundo, ya que le ocultan la vejez, la enfermedad y la muerte. El día predestinado sale en su carroza por una de las cuatro puertas del palacio rectangular. Digamos, por la puerta del Norte. Recorre un trecho y ve un ser distinto de todos los que ha visto. Está encorvado, arrugado, no tiene pelo. Apenas puede caminar, apoyándose en un bastón. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. El cochero le contesta que es un anciano y que todos seremos ese hombre si seguimos viviendo.
El príncipe vuelve al palacio, perturbado. Al cabo de seis días vuelve a salir por la puerta del Sur. Ve en una zanja a un hombre aún más extraño, con la blancura de la lepra y el rostro demacrado. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. Es un enfermo, le contesta el cochero; todos seremos ese hombre si seguimos viviendo. El príncipe, ya muy inquieto, vuelve al palacio. Seis días más tarde sale nuevamente y ve a un hombre que parece dormido, pero cuyo color no es el de esta vida. A ese hombre lo llevan otros. Pregunta quién es. El cochero le dice que es un muerto y que todos seremos ese muerto si vivimos lo suficiente.
El príncipe está desolado. Tres horribles verdades le han sido reveladas: la verdad de la vejez, la verdad de la enfermedad, la verdad de la muerte. Sale una cuarta vez. Ve a un hombre casi desnudo, cuyo rostro está lleno de serenidad. Pregunta quién es. Le dicen que es un asceta, un hombre que ha renunciado a todo y que ha logrado la beatitud.
El príncipe resuelve abandonar todo; él, que ha llevado una vida tan rica. El budismo cree que el ascetismo puede convenir, pero después de haber probado la vida. No se cree que nadie deba empezar negándose nada. Hay que apurar la vida hasta las heces y luego desengañarse de ella; pero no sin conocimiento de ella.
El príncipe resuelve ser el Buddha. En ese momento le traen una noticia: su mujer, Jasodhara, ha dado a luz un hijo. Exclama: "Un vínculo ha sido forjado." Es el hijo que lo ata a la vida. Por eso le dan el nombre de Vínculo. Siddharta está en su harén, mira a esas mujeres que son jóvenes y bellas y las ve ancianas horribles, leprosas. Va al aposento de su mujer. Está durmiendo. Tiene al niño en los brazos. Está por besarla, pero comprende que si la besa no podrá desprenderse de ella, y se va.
Busca maestros. Aquí tenemos una parte de la biografía que puede no ser legendaria. ¿Por qué mostrarlo discípulo de maestros que después abandonará? Los maestros le enseñan el ascetismo, que él ejerce durante mucho tiempo. Al final está tirado en medio del campo, su cuerpo está inmóvil y los dioses que lo ven desde los treinta y tres cielos, piensan que ha muerto. Uno de ellos, el más sabio, dice:
"No, no ha muerto; será el Buddha". El príncipe se despierta, corre a un arroyo que está cerca, toma un poco de alimento y se sienta bajo la higuera sagrada: el árbol de la ley, podríamos decir.
Sigue un entreacto mágico, que tiene su correspondencia con los Evangelios: es la lucha con el demonio. El demonio se llama Mara.
Ya hemos visto esa palabra nightmare, demonio de la noche. El demonio siente que domina el mundo pero que ahora corre peligro y sale de su palacio. Se han roto las cuerdas de sus instrumentos de música, el agua se ha secado en las cisternas. Apresta sus ejércitos, monota en el elefante que tiene no sé cuántas millas de altura, multiplica sus brazos, multiplica sus armas y ataca al príncipe. El príncipe está sentado al atardecer bajo el árbol del conocimiento, ese árbol que ha nacido al mismo tiempo que él.
El demonio y sus huestes de tigres, leones, camellos, elefantes y guerreros monstruosos le arrojan flechas. Cuando llegan a él, son flores. Le arrojan montañas de fuego, que forman un dosel sobre su cabeza. El príncipe medita inmóvil, con los brazos cruzados. Quizá no sepa que lo están atacando. Piensa en la vida; está llegando al nirvana, a la salvación. Antes de la caída del sol, el demonio ha sido derrotado. Sigue una larga noche de meditación; al cabo de esa noche, Siddharta ya no es Siddharta. Es el Buddha: ha llegado al nirvana.
Resuelve predicar la ley. Se levanta, ya se ha salvado, quiere salvar a los demás. Predica su primer sermón en el Parque de las Gacelas de Benares. Luego otro sermón, el del fuego, en el que dice que todo está ardiendo: almas, cuerpos, cosas están en: fuego. Más o menos por aquella fecha, Heráclito de Éfeso decía que todo es fuego.
Su ley no es la del ascetismo, ya que para el Buddha el ascetismo es un error. El hombre no debe abandonarse a la vida carnal porque la vida carnal es baja, innoble, bochornosa y dolorosa; tampoco al ascetismo, que también es innoble y doloroso. Predica una vía media -para seguir la terminología teológica -, ya ha alcanzado el nirvana y vive cuarenta y tantos años, que dedica a la prédica. Podría haber sido inmortal pero elige el momento de su muerte, cuando ya tiene muchos discípulos.
Muere en casa de un herrero. Sus discípulos lo rodean. Están desesperados. ¿Qué van a hacer sin él? Les dice que él no existe, que es un hombre como ellos, tan irreal y tan mortal como ellos, pero que les deja su Ley. Aquí tenemos una gran diferencia con Cristo. Creo que Jesús les dice a sus discípulos que si dos están reunidos, él será el tercero. En cambio, el Buddha les dice: les dejo mi Ley. Es decir, ha puesto en movimiento la rueda de la ley en el primer sermón. Luego vendrá la historia del budismo. Son muchos los hechos: el lamaísmo, el budismo mágico, el Mahayana o gran vehículo, que sigue al Hinavana o pequeño vehículo, el budismo zen del Japón.
Yo tengo para mí que si hay dos budismos que se parecen, que son casi idénticos, son el que predicó el Buddha y lo que se enseña ahora en la China y el Japón, el budismo zen. Lo demás son incrustaciones mitológicas, fábulas. Algunas de esas fábulas son interesantes. Se sabe que el Buddha podía ejercer milagros, pero al igual que a Jesucristo, le desagradaban los milagros, le desagradaba ejercerlos. Le parece una ostentación vulgar. Hay una historia que contaré: la del bol de sándalo.
Un mercader, en una ciudad de la India, hace tallar un pedazo de sándalo en forma de bol. Lo pone en lo alto de una serie de cañas de bambú, una especie de altísimo palo enjabonado. Dice que dará el bol de sándalo a quien pueda alcanzarlo. Hay maestros heréticos que lo intentan en vano. Quieren sobornar al mercader para que diga que lo han alcanzado. El mercader se niega y llega un discípulo menor del Buddha. Su nombre no se menciona, fuera de ese episodio.
El discípulo se eleva por el aire, vuela seis veces alrededor del bol, lo recoge y se lo entrega al mercader. Cuando el Buddha oye la historia lo hace expulsar de la orden, por haber realizado algo tan baladí.
Pero también el Buddha hizo milagros. Por ejemplo éste, un milagro de cortesía. El Buddha tiene que atravesar un desierto a la hora del mediodía. Los dioses, desde sus treinta y tres cielos, le arrojan una sombrilla cada uno. El Buddha, que no quiere desairar a ninguno de los dioses, se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve, desde arriba, un Buddha protegido por la sombrilla que le ha arrojado.
Entre los hechos del Buddha hay uno iluminativo: la parábola de la flecha. Un hombre ha sido herido en batalla y no quiere que le saquen la flecha. Antes quiere saber el nombre del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras están discutiendo estas cuestiones, se muere. "En cambio -dice el Buddha-, yo enseño a arrancar la flecha." ¿Qué es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado. El Buddha dice que no debemos perder tiempo en cuestiones inútiles. Por ejemplo: ¿es finito o infinito el universo? ¿El Buddha vivirá después del nirvana o no? Todo eso es inútil, lo importante es que nos arranquemos la flecha.
Se trata de un exorcismo, de una ley de salvación.
Dice el Buddha: "Así como el vasto océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la leyes el sabor de la salvación". La ley que él enseña es vasta como el mar pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvación. Desde luego, los continuadores se han perdido (o han encontrado tal vez mucho) en disquisiciones metafísicas. El fin del budismo no es ése. Un budista puede profesar cualquier religión, siempre que siga esa ley. Lo que importa es la salvación y las cuatro nobles verdades: el sufrimiento, el origen del sufrimiento, la curación del sufrimiento y el medio para llegar a la curación. Al final está el nirvana. El orden de las verdades no importa. Se ha dicho que corresponden a una antigua tradición médica en que se trata del mal, del diagnóstico, del tratamiento y de la cura. La cura, en este caso, es el nirvana.
Ahora llegamos a lo difícil. A lo que nuestras mentes occidentales tienden a rechazar. La transmigración, que para nosotros es un concepto ante todo poético. Lo que transmigra no es el alma, porque el budismo niega la existencia del alma, sino el karma, que es una suerte de organismo mental, que transmigra infinitas veces. En el Occidente esa idea está vinculada a varios pensadores, sobre todo a Pitágoras. Pitágoras reconoció el escudo con el que se había batido en la guerra de Troya, cuando él tenía otro nombre. En el décimo libro de La República de Platón está el sueño de Er. Ese soldado ve las almas que antes de beber en el rio del Olvido, eligen su destino. Agamenón elige ser un águila, Orfeo un cisne y Ulises -que alguna vez se llamó Nadie- elige ser el más modesto y el más desconocido de los hombres. .
Hay un pasaje de Empédocles de Agrigento que recuerda sus vidas anteriores: "Yo fui doncella, yo fui una rama, yo fui un ciervo y fui un mudo pez que surge del mar." César atribuye esa doctrina a los druidas. El poeta celta Taliesi dice que no hay una forma en el universo que no haya sido la suya: "He sido un jefe en la batalla, he sido una espada en la mano, he sido un puente que atraviesa sesenta ríos, estuve hechizado en la espuma del agua, he sido una estrella, he sido una luz, he sido un árbol, he sido una palabra en un libro, he sido un libro en el principio." Hay un poema de Rubén Darío, tal vez el más hermoso de los suyos, que empieza así: "Yo fui un soldado que durmió en el lecho / de Cleopatra la reina..." La transmigración ha sido un gran tema de la literatura. La encontramos, también entre los místicos. Plotino dice que pasar de una vida a otra es como dormir en distintos lechos y en distintas habitaciones. Creo que todos hemos tenido alguna vez la sensación de haber vivido un momento parecido en vidas anteriores. En un hermoso poema de Dante Gabriel Rossetti, "Sudden light", se lee, I have been here before, "Yo estuve aquí". Se dirige a una mujer que ha poseído o que va a poseer y le dice: "Tú ya has sido mía y has sido mía un número infinito de veces y seguirás siendo mía infinitamente." Esto nos lleva a la doctrina de los ciclos, que está tan cerca del budismo, y que San Agustín refutó en La Ciudad de Dios.
Porque a los estoicos y a los pitagóricos les había llegado la noticia de la doctrina hindú: que el universo consta de un número infinito de ciclos que se miden por calpas. La calpa trasciende la imaginación de los hombres. Imaginemos una pared de hierro. Tiene dieciséis millas de alto y cada seiscientos años un ángel la roza. La roza con una tela finísima de Benares. Cuando la tela haya gastado la muralla que tiene dieciséis millas de alto, habrá pasado el primer día de una de las calpas y los dioses también duran lo que duran las calpas y después mueren.
La historia del universo está dividida en ciclos y en esos ciclos hay largos eclipses en los que no hay nada o en los que sólo quedan las palabras del Veda. Esas palabras son arquetipos que sirven para crear las cosas. La divinidad Brahma muere también y renace. Hay un momento bastante patético en el que Brahma se encuentra en su palacio. Ha renacido después de una de esas calpas, después de uno de esos eclipses. Recorre las habitaciones, que están vacías. Piensa en otros dioses. Los otros dioses surgen a su mandato; y creen que el Brahma los ha creado porque estaban ahí antes.
Detengámonos en esta visión de la historia del universo. En el budismo no hay un Dios; o puede haber un Dios pero no es lo esencial. Lo esencial es que creamos que nuestro destino ha sido prefijado por nuestro karma o karman. Si me ha tocado nacer en Buenos Aires en 1899, si me ha tocado ser ciego, si me ha tocado estar pronunciando esta noche esta conferencia ante ustedes, todo esto es obra de mi vida anterior. No hay un solo hecho de mi vida que no haya sido prefijado por mi vida anterior. Eso es lo que se llama el karma. El karma, ya lo he dicho, viene a ser una estructura mental, una finísima estructura mental.
Estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestra vida. Es que tejen, no sólo nuestras voliciones, nuestros actos, nuestros semisueños, nuestro dormir, nuestra semivigilia: perpetuamente estamos tejiendo esa cosa. Cuando morimos, nace otro ser que hereda nuestro karma.
Deussen, discípulo de Schopenhauer, que quiso tanto al budismo, cuenta que se encontró en la India con un mendigo ciego y se compadeció de él. El mendigo le dijo: "Si yo he nacido ciego, ello se debe a las culpas cometidas en mi vida anterior; es justo que yo sea ciego".
La gente acepta el dolor. Gandhi se opone a la fundación de hospitales diciendo que los hospitales y las obras de beneficencia simplemente atrasan el pago de una deuda, que no hay que ayudar a los demás: si los demás sufren deben sufrir puesto que es una culpa que tienen que pagar y si yo los ayudo estoy demorando que paguen esa deuda, El karma es una ley cruel, pero tiene una curiosa consecuencia matemática: si mi vida actual está determinada por mi vida anterior, esa vida anterior estuvo determinada por otra; y ésa, por otra, y así sin fin. Es decir: la letra z estuvo determinada por la y, la y por la x, la x por la v, la v por la u, salvo que ese alfabeto tiene fin pero no tiene principio. Los budistas y los hindúes, en general, creen en un infinito actual; creen que para llegar a este momento ha pasado ya un tiempo infinito, y al decir infinito no quiero decir indefinido, innumerable, quiero decir estrictamente infinito.
De los seis destinos que están permitidos a los hombres (alguien puede ser un demonio, puede ser una planta, puede ser un animal), el más difícil es el de ser hombre, y debemos aprovecharlo para salvarnos.
El Buddha imagina en el fondo del mar una tortuga y una ajorca que flota. Cada seiscientos años, la tortuga saca la cabeza y seria muy raro que la cabeza calzara en la ajorca. Pues bien, dice el Buddha, "tan raro como el hecho de que suceda eso con la tortuga y la ajorca es el hecho de que seamos hombres. Debemos aprovechar el ser hombres para llegar al nirvana".
¿Cuál es la causa del sufrimiento, la causa de la vida, ya que negamos el concepto de un Dios, ya que no hay un dios personal que cree el universo? Ese concepto es lo que Buddha llama la zen. La palabra zen puede parecernos extraña, pero vamos a compararla con otras palabras que conocemos.
Pensemos por ejemplo en la Voluntad de Schopenhauer. Schopenhauer concibe Die Welt als Wille und Vorstellung, El mundo como voluntad y representación. Hay una voluntad que se encarna en cada uno de nosotros y produce esa representación que es el mundo.
Eso lo encontramos en otros filósofos con un nombre distinto. Bergson habla del élan vital, del ímpetu vital; Bernard Shaw, de the life force, la fuerza vital, que es lo mismo. Pero hay una diferencia: para Bergson y para Shaw el élan vital son fuerzas que deben imponerse, debemos seguir soñando el mundo, creando el mundo. Para Schopenhauer, para el sombrío Schopenhauer, y para el Buddha, el mundo es un sueño, debemos dejar de soñarlo y podemos llegar a ello mediante largos ejercicios. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha; ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, que para el Buddha es uno de los más patéticos: no estar con quienes queremos.
Tenemos que renunciar a la pasión. El suicidio no sirve porque es acto apasionado. El hombre que se suicida está siempre en el mundo de los sueños. Debemos llegar a comprender que el mundo es una aparición, un sueño, que la vida es sueño. Pero eso debemos sentirlo profundamente, llegar a ello a través de los ejercicios de meditación.
En los monasterios budistas uno de los ejercicios es éste: el neófito tiene que vivir cada momento de su vida viviéndolo plenamente. Debe pensar: "ahora es el mediodía, ahora estoy atravesando el patio, ahora me encontraré con el superior", y al mismo tiempo debe pensar que el mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como él y como sus pensamientos. Porque el budismo niega el yo.
Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonia Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo "yo pienso", estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no "yo pienso", sino "se piensa", como se dice "llueve". Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acción; no, está sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace frío, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto.
En los monasterios budistas los neófitos son sometidos a una disciplina muy dura. Pueden abandonar el monasterio en el momento que quieran. Ni siquiera -me dice María Kodama - se anotan los nombres. El neófito entra en el monasterio y lo someten a trabajos muy duros. Duerme y al cabo de un cuarto de hora lo despiertan; tiene que lavar, tiene que barrer; si se duerme lo castigan físicamente. Así, tiene que pensar todo el tiempo, no en sus culpas, sino en la irrealidad de todo. Tiene que hacer un continuo ejercicio de irrealidad.
Llegamos ahora al budismo zen y a Bodhidharma. Bodhidharma fue el primer misionero, en el siglo VI. Bodhidharma se traslada de la India a la China y se encuentra con un emperador que había fomentado el budismo y le enumera monasterios y santuarios y le informa del número de neófitos budistas. Bodhidharma le dice: 'Todo eso pertenece al mundo de la ilusión; los monasterios y los monjes son tan irreales como tú y como yo." Después se va a meditar y se sienta contra una pared.
La doctrina llega al Japón y se ramifica en diversas sectas. La más famosa es la zen. En la zen se ha descubierto un procedimiento para llegar a la iluminación. Sólo sirve después de años de meditación. Se llega bruscamente; no se trata de una serie de silogismos. Uno debe
intuir de pronto la verdad. El procedimiento se llama satori y consiste en un hecho brusco, que está más allá de la lógica.
Nosotros pensamos siempre en términos de sujeto, objeto, causa, efecto, lógico, ilógico, algo y su contrario; tenemos que rebasar esas categorías. Según los doctores de la zen, llegar a la verdad por una intuición brusca, mediante una respuesta ilógica. El neófito pregunta al maestro qué es el Buddha. El maestro le responde: "El ciprés es el huerto." Una contestación del todo ilógica que puede despertar la verdad. El neófito pregunta por qué Bodhidharma vino del Oeste. El maestro puede responder: "Tres libras de lino." Estas palabras no encierran un sentido alegórico; son una respuesta disparatada para despertar, de pronto, la intuición. Puede ser un golpe, también. El discípulo puede preguntar algo y el maestro puede contestar con un golpe. Hay una historia -desde luego tiene que ser legendaria- sobre Bodhidharma.
A Bodhidharma lo acompañaba un discípulo que le hacía preguntas y Bodhidharma nunca contestaba. El discípulo trataba de meditar y al cabo de un tiempo se cortó el brazo izquierdo y se presentó ante el maestro como una prueba de que quería ser su discípulo. Como una prueba de su intención se mutiló deliberadamente. El maestro, sin fijarse en el hecho, que al fin de todo era un hecho físico, un hecho ilusorio, le dijo: "¿Qué quieres?" El discípulo le respondió:
"He estado buscando mi mente durante mucho tiempo y no la he encontrado." El maestro resumió: "No la has encontrado porque no existe." En ese momento el discípulo comprendió la verdad, comprendió que no existe el yo, comprendió que todo es irreal. Aquí tenemos, más o menos, lo esencial del budismo zen.
Es muy difícil exponer una religión, sobre todo una religión que uno no profesa. Creo que lo importante no es que vivamos el budismo como un juego de leyendas, sino como una disciplina; una disciplina que está a nuestro alcance y que no exige de nosotros el ascetismo. Tampoco nos permite abandonarnos a las licencias de la vida carnal. Lo que nos pide es la meditación, una meditación que no tiene que ser sobre nuestras culpas, sobre nuestra vida pasada.
Uno de los temas de meditación del budismo zen es pensar que nuestra vida pasada fue ilusoria. Si yo fuera un monje budista pensaría en este momento que he empezado a vivir ahora, que toda la vida anterior de Borges fue un sueño, que toda la historia universal fue un sueño. Mediante ejercicios de orden intelectual nos iremos liberando de la zen. Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz.
Llegaremos a un estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga a la sensación del pensamiento y una prueba de ello estaría en la leyenda del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada, llega al nirvana, y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la ley durante muchos años.
¿Qué significa llegar al nirvana? Simplemente, que nuestros actos ya no arrojan sombras. Mientras estamos en este mundo estamos sujetos al karma. Cada uno de nuestros actos entreteje esa estructura mental que se llama karma. Cuando hemos llegado al nirvana nuestros actos ya no proyectan sombras, estamos libres. San Agustín dijo que cuando estamos salvados no tenemos por qué pensar en el malo en el bien. Seguiremos obrando el bien, sin pensar en ello.
¿Qué es el nirvana? Buena parte de la atención que ha suscitado el budismo en el Occidente se debe a esta hermosa palabra. Parece imposible que la palabra nirvana no encierre algo precioso. ¿Qué es el nirvana, literalmente? Es extinción, apagamiento. Se ha conjeturado que cuando alguien alcanza el nirvana, se apaga. Pero cuando muere, hay gran nirvana, y entonces, la extinción. Contrariamente, un orientalista austriaco hace notar que el Buddha usaba la física de su época, y la idea de la extinción no era entonces la misma que ahora: porque se pensaba que una llama, al apagarse, no desaparecía.
Se pensaba que la llama seguía viviendo, que perduraba en otro estado, y decir nirvana no significaba forzosamente la extinción. Puede significar que seguimos de otro modo. De un modo inconcebible para nosotros. En general, las metáforas de los místicos son metáforas nunciales, pero las de los budistas son distintas. Cuando se habla del nirvana no se habla del vino del nirvana o de la rosa del nirvana o del abrazo del nirvana. Se lo compara, más bien, con una isla. Con una isla firme en medio de las tormentas. Se lo compara con una alta torre; puede comparárselo con un jardín, también. Es algo que existe por su cuenta, más allá de nosotros.
Lo que he dicho hoy es fragmentario. Hubiera sido absurdo que yo expusiera una doctrina a la cual he dedicado tantos años -y de la que he entendido poco, realmente - con ánimo de mostrar una pieza de museo. Para mí el budismo no es una pieza de museo: es un camino de salvación. No para mí, pero para millones de hombres. Es la religión más difundida del mundo y creo haberla tratado con todo respeto, al exponerla esta noche.
Jorge Luis Borges

Publicada en Southern Kross Reviev núnero 98, Enero 2015

Reyes impostores o Reyes suplementarios en la tradición

Los Reyes Impostores




por Frank Thomas Smith
El mediodía del 5 de enero un chico del pueblo entró corriendo a nuestro patio y anunció a voz en cuello que los tres Reyes Magos llegaban a la escuela esa noche a las nueve. Así es como se transmiten las noticias en Las Charcas –de boca en boca. Recordé entonces que, unos días antes, un vecino me había pedido una contribución para comprar golosinas y globos. Preguntando en el camino principal, averigüé que a las nueve los Reyes tenían programado iniciar su descenso desde el almacén hacia la escuela, lo que significaba que más probablemente comenzarían a las nueve y media y llegarían a las diez.
Mi esposa, mi hijo de doce años y yo salimos de casa a las nueve y media para caminar los diez minutos que nos separan de la escuela. Llevábamos linternas para alumbrarnos por el angosto camino de tierra. Aunque conocíamos bien la senda, es aconsejable no caminar a oscuras para evitar la desagradable sorpresa de pisar una víbora –venenosa o no- o un alacrán. Mi hijo es demasiado grande para creer que los Reyes iban a venir a Las Charcas, pero no era reacio a presenciar el espectáculo y recibir una bolsa de golosinas. La noche estaba hermosa y estrellada, por suerte, no demasiado calurosa.
-¡Mirá! Ahí está la Cruz del Sur –exclamó Nico de pronto cuando nos acercábamos al pequeño claro a la entrada de lo del vecino más cercano. -No me parece -dijo mi esposa. Es muy grande para ser la Cruz del Sur.
-El tamaño depende de la hora en que la veas --dije. No estaba seguro de la veracidad de mi afirmación, pero no quería desilusionar a Nico.
En el camino principal, también de tierra, un buen número de los doscientos cincuenta pobladores de Las Charcas, según el último censo no oficial, estaba esperando el arribo de los Reyes frente a la escuela iluminada a giorno. La algarabía y el entusiasmo de los niños llenaban el aire. Apagamos nuestras linternas e intercambiamos saludos con los que estaban más cerca. A las diez y cuarto Nico dijo: Bueno, ¿van a venir o no?
Le recordé que la puntualidad no era una de las virtudes de Las Charcas y le dije que tuviera paciencia. Pero ni él ni yo somos personas muy pacientes, así que nos pusimos a caminar de un lado para el otro, mientras mi mujer charlaba con algunas mujeres.
Un rumor nos llegó entonces, después de filtrarse a través de la multitud. Villa de las Rosas también iba a mandar Reyes Magos a la escuela. Algunos esbozaron una sonrisa maliciosa, otros, como yo, se rieron abiertamente, y otros simplemente se pusieron serios al oír la noticia. Esto requiere una explicación.
Villa de las Rosas es un pueblo de tres mil almas que tiene una municipalidad. Las Charcas, a tres kilómetros de distancia, es una comunidad rural sin estatus oficial. Las Rosas tiene, además de la Municipalidad, una comisaría, un correo, una estación de servicio, varios restaurantes, una escuela primaria y una secundaria, y un hotel.
Las Charcas no tiene nada de esto, excepto una escuela de una sola aula y un almacén-taberna. Lo único que tenemos en abundancia y que a Las Rosas le falta, también en abundancia, es agua. Y, de este lado de las sierras, este elemento vale más que todas las estaciones de servicio y todas las municipalidades.
En Las Rosas hay más votantes y todos claman por más agua. El intendente y sus cohortes, por consiguiente, piensan (si es que se lo puede llamar pensar) lo obvio: tomemos el agua de Las Charcas extendiendo las cañerías desde allí a Las Rosas. Cuando nos enteramos de esto (y por aquí los secretos se hacen públicos de inmediato), nuestro ingeniero hizo un estudio... Que quede claro que de los doscientos cincuenta habitantes de Las Charcas alrededor del veinte por ciento es de afuera, e incluyen a un ingeniero, un abogado, un escritor, además de una variedad de artesanos. Para ser considerado lugareño se debe haber vivido en el lugar por al menos cinco generaciones. Pero bueno, el caso es que nuestro ingeniero realizó el estudio y nos informó que nuestro abundante flujo de agua se reduciría a un insignificante goteo si las cañerías se extendieran hasta Las Rosas, porque el agua siempre busca alcanzar su destino final primero, y luego retrocede para llegar a los usuarios laterales con lo que queda. En otras palabras, Las Rosas consumirían el agua y nosotros nos quedaríamos con las sobras –si las hubiera.
Esto es obviamente inaceptable. Así que nos opusimos vigorosamente, al punto de intentar constituir una comuna independiente que tuviera jurisdicción sobre el suministro del agua. Ahí fue cuando Villa de las Rosas empezó a jugar sucio. El intendente, el Dr. Ignacio Cureta, es del mismo partido que el gobernador de la Provincia, el Dr. Washington Dellaputta, lo que significa que juegan en el mismo equipo. El gobierno provincial no puede negarse abiertamente a la constitución de la comuna, pero sí pueden cajonear los papeles hasta que se les canten las pelotas, y después perderlos para que haya que comenzar todo de nuevo. Encima, el intendente de Las Rosas lanzó el comentario de que “los de afuera” estaban arrastrando a los lugareños de las narices en una maniobra de dividir para reinar. En circunstancias normales, este argumento sería efectivo, sólo que en este caso está involucrada la fuente de la vida, el agua, y en esta cuestión, los lugareños y los de afuera están unidos. Nuestros lugareños hicieron correr el rumor de que cualquier obra con las cañerías necesitaría protección policial y que ellos se encargarían de deshacer de noche lo que se hiciera durante el día. También amenazaron con cortar las rutas, quemar neumáticos y llevar a cabo una impresionante campaña de resistencia no-violenta, con cacerolazos y todo, y que si se llegaba a la violencia sería responsabilidad del intendente. El resultado hasta ahora ha sido un impasse.
Cuando se corrió la voz de que otros tres Reyes estaban en camino desde Villa de las Rosas, a todos, salvo a los niños más pequeños, les resultó evidente que el Intendente Cureta estaba tratando de convencernos de qué buen tipo que era, que ni se le ocurriría dejarnos sin agua.   
De vez en cuando pasaba un auto, así que nadie le prestó atención al destartalado taxi rojo que venía subiendo a los tirones. Hasta que se detuvo frente a la escuela y el conductor bajó y puso una piedra bajo la rueda trasera derecha porque el freno de mano no le andaba. Tenía la cara con manchones negros de corcho quemado y llevaba puesto un vestido largo que parecía el camisón de la abuela. Dos miembros más de la realeza, similarmente vestidos, emergieron del taxi; tenían la cara con manchones rojos de vino. Los tres se colocaron coronas doradas de cartón sobre la cabeza y sacaron del auto bolsas llenas de globos desinflados. Nadie se rió porque los niños los miraban impresionados.
--¡¿Los reyes en un fucking taxi?! –exclamó Nico.
--Vamos, Nico, cuidado con el vocabulario –lo reprendí.
Fue entonces cuando oímos una tenue y metálica melodía navideña que venía desde más arriba.  Distraídos por los Reyes decrépitos a nuestra derecha, no nos habíamos percatado de la procesión que se acercaba por la izquierda: tres Reyes Magos montados en camellos charqueños –caballos, según parecían, con bolsas rellenas de papel simulando jorobas sobre el lomo. Los seguía detrás un viejo Chevy con un altoparlante sobre el techo que emitía música a todo lo que daba. Mientras tanto, los Reyes del taxi les repartían a los niños unas míseras bolsitas con globos, mientras los padres los observaban con los brazos cruzados y cara de pocos amigos. Presentí que se avecinaba un encontronazo interesante. Nico no tenía ninguna intención de aceptar regalos de tan vergonzosos monarcas, así que se quedó a mi lado pateando el suelo con impaciencia.
Cuando la procesión real de Las Charcas pasó frente a nosotros en camino a la escuela, uno de los Reyes le arrojó a Nico un paquete gordo. Nico inspeccionó la bolsa transparente llena de masitas, caramelos y globos. Una etiqueta adherida al envoltorio decía: Producciones Charcas te invita a ver la película “Shreck II”, gratis, mañana 6 de enero a las 21:00 en Arena de Duna. No vayan a pensar que Las Charcas tiene cine. Arena de Duna es la casa del Dr. Duna. Su mujer se dedica allí al negocio del cine con un video de pantalla grande. Normalmente la entrada cuesta un peso. Ahora, si “Shreck II” es una película apropiada para el día de Reyes es algo que nadie  - y menos yo - se animaría a preguntar.
El Rey principal de Las Charcas, maquillado de negro, pero reconocible como Rudesindo, mi jardinero, vio de pronto a los otros Reyes que repartían globos y bramó: “¡Hijos de puta!” Entonces los tres se lanzaron hacia la escuela al galope vociferando insultos aptos para el confesionario el próximo sábado, al que sus mujeres los enviarán con seguridad. Frenaron a sus corceles abruptamente y Rudesindo desmontó de un salto, le arrebató la corona a su contraparte y arrojándola al suelo gritó: “¡Impostores!” Los otros dos Reyes charqueños siguieron el ejemplo de Rudesindo y las tres coronas terminaron pisoteadas a los pies de los atemorizados impostores. Entonces, Rudesindo les dijo bien clarito que se mandaran a mudar por donde habían venido o los mandarían de vuelta a Villa de los Rosas de una patada en sus reales traseros. Los pobres tipos se apresuraron a obedecer y, metiéndose en el taxi, salieron a la carrera cuesta abajo levantando una nube de polvo que envolvió a nuestros Reyes y los dejó tosiendo y puteando.
-Mamá, -preguntó una niñita cerca de mí- ¿qué es un impostor?
-Es alguien que no es lo que dice ser.
-Entonces no eran Reyes verdaderos, ¿no?
-No, querida, eran impostores de Villa de las Rosas.     
-¿Y los otros Reyes son verdaderos?
-Por supuesto. Son de Las Charcas.
-Pero ¿no eran de Oriente?
Para entonces las cosas ya se habían calmado y los Reyes charqueños habían vuelto a montar. Y, saludados por un tibio aplauso, iniciaron su regreso al almacén-taberna. Nico ya tenía su regalo así que nos pusimos en camino a casa sin esperar a ver cómo se las arreglaba la joven madre para contestar la difícil pregunta de su hija.
-Mirá, Papá. Sí es la Cruz del Sur -me señaló Nico. Pero ahora parece más chica. ¿Por qué es eso?
-Las cosas no son siempre lo que parecen, hijo –le contesté.
Nico lo pensó un momento, y dijo, -Sí que tenés razón, Pa.
The Southern Kross Review número 98 Enero 2015
Frank Smith Editor